Edición 45 - Octubre 2009

Historia de un raspachín del Catatumbo

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La región del Catatumbo ha vivido un histórico abandono por parte del gobierno colombiano, hecho que ha empeorado la crisis de la economía campesina, entre otras, por falta de acceso a créditos, ausencia de acompañamiento técnico, pésimas condiciones de infraestructura, políticas de gobierno encaminadas a favorecer a los empresarios del campo, además de una grave situación en salud y educación. Estas circunstancias han sido profundizadas por un contexto de guerra que ha golpeado a las comunidades en sus vidas, su estabilidad en el territorio, todo lo cual ha creado condiciones favorables para que muchas familias recurran a los cultivos de uso ilícito como una de las principales fuentes de ingresos. Para  los jóvenes catatumberos la hoja de coca ha servido para satisfacer tantas aspiraciones y necesidades que con la situación de desempleo y la falta de oportunidades no lo lograrían.

Cuando llegó la coca por acá, la vida laboral era pesada porque no se ganaba casi, el sostenimiento de la familia no

PROBLEMÁTICAS QUE GENERAN LOS CULTIVOS ILÍCITOS EN EL CAMPO 

 1. Ha incrementado la deserción escolar, pues muchos niños y jóvenes van a ayudar a sus padres en los cultivos.

2. Fomenta el individualismo, dificultando la concientización de las personas hacia el trabajo comunitario y el fortalecimiento organizativo.
 
3. La cultura de la coca crea dificultades para el trabajo organizativo pues se ha ido perdiendo la identidad regional y el sentimiento de pertenencia al territorio.

4. Con el cambio que se dio de cultivos de pan coger por coca, se ha ido acabando con la seguridad alimentaria y se han venido dejando de lado las reuniones y espacios para discutir la problemática respecto al desarrollo social.

5. Distorsiona la economía local, pues población económicamente activa no quiere trabajar en oficios en los que reciben un jornal inferior al que perciben en la economía de la coca, afectando el abastecimiento agroalimentario regional y la economía campesina.

6. La coca no es fuente de desarrollo social para la región, por el contrario con los cultivos de uso ilícito se van destruyendo las costumbres y tradiciones familiares que son la base del desarrollo social.

7. La coca genera intereses particulares en desmedro de los colectivos, crea división, fomenta la violencia y cobra un alto precio en las comunidades como son las muertes violentas.

8. La economía de la coca ha resquebrajado la unidad familiar, el tejido social y comunitario, ha incrementado los costos de vida para las familias sean o no cultivadoras de coca.

9. La economía de la coca genera graves problemas ambientales de los cuales somos, en gran parte, responsables, lo cual también es un atentado contra la vida y el territorio.

era fácil. Yo vivía en una vereda del municipio de Teorama, donde había poca coca. Pero uno miraba a los vecinos que ganaban más plata, que la producción demoraba menos; era más rentable tener coca que sembrar otro cultivo. Así la gente fue dejando la siembra de frijol, cacao, maíz  y se dedicaron de lleno a la coca. Yo, al igual que muchos jóvenes, me dediqué a la raspa.

La rentabilidad de la raspa y su contraparte
Tengo una familia, la conformamos mis hijos Adrián, Julián, mi compañera Sindhi y yo. Cuando salía a raspar una o dos semanas a las fincas, me ganaba trescientos o cuatrocientos mil pesos si la mata estaba buena, una pechuga, como dice uno cuando la mata está con buena hoja. Eso era mejor que trabajar por doce mil pesos todos los días.

La región del Catatumbo ha vivido un histórico abandono por parte del gobierno colombiano, hecho que ha empeorado la crisis de la economía campesina, entre otras, por falta de acceso a créditos, ausencia de acompañamiento técnico, pésimas condiciones de infraestructura, políticas de gobierno encaminadas a favorecer a los empresarios del campo, además de una grave situación en salud y educación. Estas circunstancias han sido profundizadas por un contexto de guerra que ha golpeado a las comunidades en sus vidas, su estabilidad en el territorio, todo lo cual ha creado condiciones favorables para que muchas familias recurran a los cultivos de uso ilícito como una de las principales fuentes de ingresos. Para  los jóvenes catatumberos la hoja de coca ha servido para satisfacer tantas aspiraciones y necesidades que con la situación de desempleo y la falta de oportunidades no lo lograrían.

La rentabilidad de la raspa y su contraparte
Tengo una familia, la conformamos mis hijos Adrián, Julián, mi compañera Sindhi y yo. Cuando salía a raspar una o dos semanas a las fincas, me ganaba trescientos o cuatrocientos mil pesos si la mata estaba buena, una pechuga, como dice uno cuando la mata está con buena hoja. Eso era mejor que trabajar por doce mil pesos todos los días.

Dicen que la coca enriquece, pero el que gana plata es el que la comercializa. Sin embargo, el jornal es muy barato para trabajar en la limpia de caña, café, cacao, vale apenas doce mil y quince mil pesos, pagando de allí la comida; en cambio, en las fincas cocaleras está el jornal entre 25 mil a 30 mil pesos, libre de comida. A nosotros los raspachos el kilo de hoja la pagan a 7.000  pesos, pero el jornal varía según el estado de la mata; en ocasiones me raspaba hasta 7 y 8 arrobas, pero a veces me raspaba menos; sin embargo, al que menos le rinde se gana 35 mil pesos diarios en el corte. Uno mira si descansa cada hora, si trabaja solo mediodía, como uno quiera, sin que nadie lo esté acosando; uno es el patrón en el corte. 

Como jóvenes deseamos comodidades, motos, cerveza; pero no todos. Los pelaos con los que yo trabajé decían que se iban a raspar para comprarse una moto, otros para conseguir un plantecito para un negocio, o acabar de estudiar.

La coca no es la única opción para el campesino, pero sí es, en las actuales condiciones, la única manera de sobrevivir y darle a la familia lo poco que se puede. Cuando no tenía familia, yo solo pensaba que la vida era tener plata en el bolsillo y andar de arriba para abajo; luego de que nacieron mis hijos me he dado cuenta que lo que decía mi papá era muy cierto: a uno de pobre le toca hacer cualquier cosa para darle de comer a sus hijos. Pero uno sabe y es conciente que la economía de la coca ha generado descomposición social en parte de la juventud, que se encuentra desmotivada para trabajar en los problemas de la comunidad y para continuar su formación académica.

No faltan las dificultades
La vereda donde nosotros vivíamos quedaba a seis horas, por camino de herradura, para llegar a la carretera, que lo lleva hasta el caserío Villanueva, cerca  de la cabecera municipal de Teorema. Eso encarece un poco más las cosas del mercado, los pasajes, la ropa, medicamentos, todo. Llevar a los niños al médico se me hacía muy difícil ya que no hay centro de salud cerca. Y en ocasiones se pone muy difícil el pago, porque no entran compradores de base de coca debido a los operativos militares o por falta de plata; en esos días la cosa se pone peluda porque nos pagan con base, y para venderla es necesario llevarla hasta Ocaña. Había pelaos que en retenes militares caían con coca. Gracias a Dios no me pasó nada cuando yo mismo sacaba base al pueblo para hacer el mercado.

La vida en el pueblo es peor
Mientras tanto, la administración central sitúa al Catatumbo como una región interesante para la explotación de sus recursos naturales. En ese contexto, el gobierno nacional y las empresas multinacionales encuentran en el Catatumbo una serie de obstáculos para la explotación de esos recursos, entre ellos: el medio ambiente, las comunidades indígenas y sus territorios colectivos, las familias campesinas y sus organizaciones sociales. Para remover esos obstáculos, el gobierno ha identificado en los cultivos de uso ilícitos y, en general, en la economía de la coca, una excusa ideal para justificar la militarización, la fumigación y el desplazamiento forzado de la población.

Por todas estas cosas yo me fui a vivir al pueblo; pero ahí sí la embarré. Cuando estaba en la finca no pagaba arriendo ni agua ni energía ni servicios; en el campo hay cosas que uno consigue fácil para el consumo, las hortalizas, el plátano, la yuca y otros. En cambio, la vida en la ciudad es muy difícil para la persona que no está acostumbrada a esta vida; son muy duros los primeros días  porque vos buscás trabajo y cuando no conocés a ninguno es tenaz, y más cuando decís que vivías en el Catatumbo: todo mundo dice que sos guerillo o, si vas de Ocaña para allá, dicen que sos paraco. Duré mucho tiempo en el limbo, se pueden imaginar el cambio de vida de un campesino en la ciudad. Hasta que tomamos con mi compañera la decisión de volver a la vereda y ponernos a trabajar en la comunidad.

Por esos mismos días hubo en la región un encuentro sobre cultivos ilícitos, donde asistimos más de seiscientos campesinos, no en una decisión coyuntural si no política, y eso se vio en las decisiones adoptadas. La reunión abrió con una ponencia de Ricardo Vargas Meza, quizás el analista que más se ha dedicado a investigar el tema y cuyo análisis no deja de lado los aspectos sociales y políticos de la coca y las propuestas que, desde el gobierno, se hace a las comunidades. Vargas Meza explicó a la comunidad catatumbera que el gobierno, en materia de sustitución de cultivos, no tiene en cuenta las propuestas comunitarias. Según él, es política de gobierno promocionar cultivos rentables (palma aceitera, caucho, cacao, etc.), para la exportación, donde el campesino no tiene control alguno ni es beneficiario del proceso de transformación de tales cultivos. Además, el programa “Familias Guardabosques”, bandera del gobierno en política de sustitución, ha sido un fracaso rotundo a lo largo y ancho del país.

Después de esta reunión entre los delegados de las Asociaciones de Juntas de Acción Comunal, de Mujeres, de Desplazados; los gremios, las organizaciones de economía solidaria, los grupos de jóvenes, articulados en el Comité de Integración Social del Catatumbo, nos reunimos durante dos días en el municipio de El Tarra, para analizar y reflexionar sobre los cultivos de uso ilícito y plantear algunas alternativas desde nosotros mismos. Gracias a esto, ahora me encuentro  trabajando en un proyecto, con mi compañera, en la recuperación de semillas y razas típicas del Catatumbo. 

 Planteamientos del CISCA Sobre alternativas a los cultivos ilícitos

Dado que se debe preservar la unidad del territorio y de sus comunidades, y teniendo en cuenta que existe una organización social que lidera la discusión sobre la problemática regional, las propuestas alternativas a la coca y en general para el desarrollo, deben tener también un carácter regional. Como consecuencia, no se deben hacer negociaciones o pactos locales o veredales con entidades ejecutoras de políticas de desarrollo alternativo o con el mismo gobierno nacional. Esta metodología de traer pequeños proyectos, divide a las comunidades, genera impactos precarios frente a la naturaleza del problema y puede engendrar males peores para la región, que los que está produciendo la misma economía de la coca.

Consideramos que ante la complejidad de la problemática que ha sido diagnosticada en este encuentro, las propuestas que han surgido no están aún suficientemente desarrolladas y como tal, no son todavía lo suficientemente contundentes y claras para alcanzar una solución real y regional a tales problemas. En consecuencia, es compromiso de las comunidades continuar la reflexión, la generación de espacios de encuentro, y el proceso organizativo, todo en aras de mejorar las propuestas y poder estructurar el plan de vida que sea el soporte para el futuro de la región.

Entre tanto, nos proponemos congelar o estabilizar, temporalmente, las áreas cultivadas de coca y a la vez incentivar cultivos de pan coger y garantizar el abastecimiento agroalimentario de la región.

Del encuentro, ha quedado establecido que no aceptamos que la existencia de la coca en la región sea una razón válida que justifique la permanente violación de nuestros derechos humanos y especialmente el de permanecer en nuestro territorio.

Dentro del proceso de crear alternativas se observa como fundamental la existencia de recursos naturales estratégicos en la región. Sin embargo, los modelos de explotación a través de economías extractivas no generan una fuente de desarrollo regional, como lo quiere mostrar el gobierno nacional y las empresas nacionales y transnacionales.

En consecuencia, estamos en contra de la privatización y explotación irracional de nuestros recursos naturales, en el sentido de que se genere un crecimiento económico que se traduzca en riqueza para unos pocos inversionistas y pobreza, abandono y serios e irreversibles impactos ambientales y sociales, para la mayoría.

Así mismo rechazamos las fumigaciones de los cultivos de coca porque son una estrategia para generar desplazamiento forzado, pobreza y destrucción ambiental. Además de los impactos negativos y agravados para el medio ambiente, las aspersiones de químicos peligrosos no han sido una salida a la problemática; como tampoco lo es el programa de familias guardabosques, pues se ha demostrado su absoluto fracaso como política antidrogas en el país.

La defensa del territorio ha sido una bandera principal de nuestro trabajo organizativo, pues este significa la existencia y reconocimiento de la diversidad étnica, cultural y sectorial y, por tanto, el sustento de nuestra economía y desarrollo.

En tal sentido, rechazamos que El Catatumbo sea estigmatizado, por parte del gobierno nacional, como región cocalera al servicio del crimen, legitimando de esta manera intervenciones de carácter militar, desconociendo la existencia de sus comunidades, la validez y legitimidad de su economía campesina, de los territorios colectivos y la identidad cultural que ha surgido de la diversidad de sus habitantes.

De igual manera, consideramos inaceptable que el gobierno nacional le dé un tratamiento de seguridad militarizada a la región del Catatumbo, buscando favorecer al gran capital, como la fuente de afirmación de la legitimidad del Estado. A diferencia de este enfoque mezquino y depredador, lo que se necesita para enfrentar las problemáticas actuales, son políticas de carácter social y de desarrollo sostenible, económica y ambientalmente, del cual se beneficie el conjunto de sus pobladores. De igual forma, se requiere fortalecer la democracia local, lo que incluye mejorar el papel de las alcaldías en el proceso de desarrollo regional y la participación de las comunidades en las decisiones que afectan su futuro.

 

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